Viernes 25 de Marzo de 2011

Radiografía de un país intolerante

Foto tomada de Google.com
Por Antonio Lezama
La Reforma

Ni siquiera hay que poseer una fuerte contextura intelectual para darse cuenta que Nicaragua poco a poco se ha convertido en antagonista del modelo humano que expone Dios en su único “Best seller”; la biblia.

Tampoco hay que ser muy creyente para suponer que el autor hace referencia a nuestro país cuando en Lucas describe que:“La serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra”.

Pero más allá de mis eufemismos; es indudable que existe cierta fuerza malévola atraída por este país. Esta afirmación sólo se puede sustentar al revelar la fotografía de la Nicaragua de fin de siglo que tomó William Elroy Curtis en su libro: “Las capitales de la América española”,que como bien cuenta, las maldiciones de nuestro país inician y terminan con la política.

Foto tomada de Google.com
Para quien quiera invertir un poco de fe en Nicaraguadebe estar consciente de que aquí se encuentra toda la debilidad humana resumida en intolerancia y pobreza;y con esto no me refiero a la miseria que está a la vista de cualquiera, sino a la pobreza de mentalidad, esa carencia oculta que Elroy Curtis desvela en esta imagen de 1885: “Un forastero que recién aterrizó en el Puerto de Corinto, le preguntó a unos hombres que tomaban un bongo, cuál era el nombre de la capital de la República. Uno de los hombres, el más rápido, respondió que Granada, pero los otros empezaron una disputa: uno de los contendientes dijo que León y el otro Managua”.

“Tan animados estaban los hombres en la controversia, que los tres dejaron caer sus remos y casi vuelcan el barco con sus gesticulaciones”. 

El fragmento anterior es una prueba fehaciente de que la división y terquedad han existido siempre en el imaginario nicaragüense. En palabras de Elroy Curtis aquella escena es: “Una muestra de que la sangre ha sido el único cobertizo de esta pequeña República en los últimos 65 años después de su independencia; y si esa no fuera la única excusa, la historia de este país sería más noble y orgullosa”.

Las páginas de la tradición nos enseñan a relegar lo diferentey aceptar las imposiciones porque desde nuestros inicios comprendimos que el respeto es la tolerancia de lo que nos transgrede. En ningún momento nos hemos detenido a pensar que somos iguales debido a nuestras diferencias, y a pesar de ello,  soñamos con la tolerancia, quizás porque se trata de una conquista que brilla por su ausencia. 

Se ha dicho que la tolerancia es fácil de aplaudir, difícil de practicar, y muy difícil de explicar; esta conjetura es consecuente con el obrar nicaragüense, que no ve en esta práctica un mecanismo para exigir sus derechos. Lo anterior se puede corroborar con la experiencia de Mahatma Gandhi, quien contrario al gobierno británico de la India sostuvoalegatos transigentes, gracias a una  prudencia necesaria. 

Gandhi proclamó en su discurso que: “Dado a que el mal sólo se mantiene por la violencia, es necesario abstenerse de toda violencia”. En consecuencia, “si respondemos con violencia, nuestros futuros líderes se habrán formado en una escuela de terrorismo”. En las frases de este pensador se encuentra dibujada la radiografía de la Nicaragua actual, que no se diferencia a la de hace ciento veinticinco años. 

En nuestro país, la tolerancia aún no se concibe como lacapacidad de saber escuchar y respetar la diversidad de opinión: social, étnica, cultural y religiosa, que no atente contra los derechos fundamentales del ser humano. Muy por el contrario, los nicaragüenses tendemos a conceptualizar esta práctica como la aceptación de lo que nos disgusta.

Afirmaciones como: “Yo tolero la diversidad sexual” o “Yo soy tolerante ante tu opción política” son ejemplos concretos de lo expuesto anteriormente. Da la impresión que la mayoría de los nicaragüenses, al expresar su “tolerancia”, desean dejar en claroque soportan la diversidad sexual y opción política de cualquier otra persona, porque sí.

La tolerancia si es entendida como respeto y consideración hacia la diferencia, como una disposición a admitir en los demás una manera de ser y obrar de forma opuesta a la propia, o como una actitud de aceptación del legítimo pluralismo, es a todas luces una virtud de enorme importancia.

Sólo cuando ejerzamos la disciplina de la tolerancia bajo el parámetro del respeto,  los nicaragüenses habremos descubierto otro planeta; ése fue el sentimiento que experimenté al vivir un cambio significativo en la política de un país que no era el mío. Hago referencia a una de las veintidós democracias más antiguas del mundo, en donde por primera vez una mujer ocuparía la presidencia.

Aquello era una verdadera fiesta cívica, en la cual, la gente rompía en vítores para el Presidente saliente y en mensajes de optimismo para la nueva gobernante. Pero fuera de sorprenderme el cariño que el pueblo manifestaba a sus dirigentes, lo que en verdad me dejo perplejo fue ver como un grupo de personas revelaron, a través de algunos distintivos como banderas y camisitas, su preferencia política opositora al nuevo gobierno, y nadie hizo un reproche ante semejante osadía. De igual manera, los manifestantes aplaudieron cordialmente el discurso de la Presidenta, por supuesto, me pregunté si: ¿Aquella escena algún día podría ser posible en Nicaragua?